sábado, 7 de septiembre de 2013

ARON*


Silvina dice que todos los perros van al cielo, y yo le creo.

Recuerdo un día lluvioso apenas unas semanas después de haber visto la primera luz. Fue mi primera lluvia, y fue la más hermosa que vi; aún la recuerdo, un millón de besos dulces que se posaban delicadamente en cada parte de mi cuerpo, mientras un cielo oscuro me sonreía en la profundidad de la noche. Seguramente no era de noche, pero prefiero recordarlo de esa manera.

La lluvia caía y no había nadie, solo estaba yo y mis cuatro patas bailando con la lluvia, ¡Oh! Era un ritmo peculiar, hipnótico, que me invitaba a brincar, a sonreir…y así lo hice, baile y sonreí por horas, hasta que de un momento a otro, la lluvia se fue. No recuerdo haber escuchado un sonido tan hermoso, ni haber sido besado tan cálidamente hasta aquella mañana en la que un cielo lleno de colores me daría la bienvenida.

El piso húmedo y un sol en el horizonte me recordaban que la mañana había llegado y que algún lugar debía ser conocido. Un olor me atrajo, siempre he sido bueno para los olores, así que lo seguí, y de pronto, ya había caminado buen trecho. Cruce algunas calles, doble en otras, corrí por algunas, y cuando el olor desapareció, me detuve a mirar unas palomas que se cortejaban en la copa de un árbol.

Cuando me di cuenta, estaba en una calle llena de chozas extrañas, pintadas de muchos colores donde las personas caminaban y gritaban cosas. No entendía nada, todo me parecía extraño, pero cuando me debatía con mis pensamientos unos brazos largos me atraparon.

Intente pelear, morder, gritar, arrañar, pero todo era en vano. Pero cuando ya estaba a punto de abandonar mis esperanzas de escapar, mis patas sintieron el frio del suelo y antes mis ojos llorosos una luz se abrio paso. La puerta estaba semiabierta, era mi oportunidad.

Corrí, corrí con todas mis fuerzas. No podía quedarme ahí, ¡no podía! ¡no quería!, tenía miedo, no quería morir en manos de personas extrañas que viven en chozas y gritan cosas que no puedo entender. ¡Oh! Pero que cruel es el destino.

Aquellos brazos largos y fuertes que antes me habían atrapado, ahora se agitaban en una creciente lejania, impotentes de poder hacer algo. La dicha de la esperanza me abordo, y aunque ahora unos gritos terminaban por decorar la escena, me obligue a correr aún más rápido.

La luz de la tarde estaba a pocos metros, y ya podía sentir el calor de su bienvenida. Así que di el último salto, ¡Oh! aún lo recuerdo, brinque como jamás lo había hecho…me eleve por los cielos, el aire me acariciaba, sentía la brisa en mi cara, mis patas se abrían camino mientras mi cuerpo surcaba el vacío…pero entonces… ¡Plash! Unos brazos negro, fuertes y largos me atraparon. Mis patas jamás lograron sentir la tierra seca y húmera que se abría paso fuera de la choza, la felicidad había quedado a pocos centímetros y la esperanza había sido golpeada de tal forma que decidí abandonarla.

Lo que vino a continuación fue un tortura que jamás pensé recibir. Me vi rodeado de todo tipo de brazos, unos gordos y temblorosos; otros negros, fuertes y largos; otros blancos como el papel…todos me sujetaban, no me lastimaban, pero me asustaban…

Y entonces paso. Sentí el agua, sentí unas uñas que me rascaban intensamente todo el cuerpo, sentí un líquido espeso que me caía en la cabeza…cerré los ojos para evitarme tal tortura, pero cuando los abrí, note que mi cuerpo estaba lleno de una espuma blanca que ardía…no sabía que pasaría después, pero cuando comencé a imaginar innumerables formas de tortura, el agua me volvío a cubrir…pensé que me ahogaría y que allí terminaría mi historia, pero no, el ardor se había ido, la espuma dio paso a un brillo que no pense tener, las  uñas ahora eran manos suaves que me acariciaban el lomo y me regalaban cálidos golpecitos en la panza…

[…]

Paso un tiempo, y cuando menos lo esperaba, la puerta de la luz de la tarde estaba completamente abierta, y ahora no había nadie, así que me acerque – aunque lentamente – y brinque, allí, donde antes mis esperanzas habían sido frustradas. Mis patas sintieron la dureza de otra tierra, mi rostro sintio la brisa húmeda que azotaba las hojas de los árboles y la sensación de poder dejar atrás aquella choza me obligo a dar unos pasos.

Di dos pasos y una nostálgia me impidio dar el tercero. Sentí que ahora la choza era más que una choza, que los brazos eran más que unos brazos y que los gritos eran más que unos simples gritos.

Cuando me di cuenta, una mosca volaba por entre mis ojos. Pensé que era demasiado bella para dejarla ahí, sola, así que la acompañé, me descanse sobre mis cuatro patas mientras la veía bailar para un grupo de rosas. La mosca danzo por unos segundos, luego se marcho.

[…]

La choza tenía una forma extraña, yo la conocía toda, siempre andaba por donde quisiera y aunque la puerta de la luz de la tarde estaba abierta, no me importaba salir, y si lo hacía, daba un paseo corto, olía unas rosas, miraba unas moscas, algunas mariposas; en ocasiones corría junto al viento y luego me tendía a recibir el sol…pero no importaba lo que hiciera, ahora yo siempre regresaba…

[…]

Cierto día, algo interesante paso.

Unos brazos negros, que a estas alturas de mi vida, ya eran mucho más que unos simples brazos, me privaron de comida. Era algo nuevo, nunca había sido privado de comida, siempre tenía la que quería, incluso más. Pero ese día, no.

Dos platillo oscuros me miraron y una cueva oscura lanzó un grito tierno, obviamente, yo no entendía nada. Aunque no negaré que había aprendido a diferenciar algunos gritos, pero estos eran nuevos, no los entendía. Luego del grito, un brazo negro me levantó una pata y la sacudió amablemente, inmediatamente después, un terrón de alegría apareció en mi boca. Estuvimos jugando por un largo rato a lo mismo, pero de pronto me sentía tonto, no era necesario que alguien me levantase una pata, yo tenía hambre y quería todos las galletas que podía, así que decidí hacerlo yo mismo.

Lo curioso vino después. Ya había aprendido a diferenciar eso gritos de los demás, y ya sabía lo que significaban, y ahora, como por arte de mágia, yo alzaba la pata y al escucharlos. Me sentí un poco estafado al descubrir que no siempre me daban galletitas en forma de alegría, pero hay veces unos golpecitos tiernos y un masaje eran todo lo que necesitaba.

Con el tiempo descubrí que ahora yo era parte de un ritual, y aunque nunca logré comprender del todo, siempre estaba dispuesto a realizarlo.

[…]

Cierta noche yo disfrutaba de la oscuridad, cuando de pronto, una paloma blanca bajo de los cielos y comenzó a buscar algo de comida. Yo la mire por unos minutos, era hermosa, de un plumaje brilloso que destacaba aún en la oscuridad de la noche…pero ahora, sin darme cuenta, estaba sobre mis cuatro patas, tenía la miraba fija y todos los músculos tensado…¡Oh! ¡Que hermosa era esa paloma!...

Cerre los ojos y me obligue a no hacer nada, pero cuando los abrí, tenía una de mis patas encima de una mancha blanca, y aunque quise mantenerme en mi propia oscuridad, en el fondo sabía lo que había pasado.
Un cuerpo blanco lleno de un brillo hermoso reposaba bajo mis patas, y yo podía escuchar su agonía, sus lamentos…entonces comprendí que solo podía hacer una cosa, tenía que darle el regalo más bello que guarda la naturaleza para nosotros…

Un manantial cálido, rojo, dulce broto de repente cuando mis dientes se cerraron en torno a un pequeño hilo blanco, allí donde comenzaba la cabeza de aquella hermosa paloma blanca…

[…]

Yo salía todas la mañana a saludar al sol.

Una mañana, caminando por las afuera de la choza, me tope con un pedazo de alegría en forma de galleta, me parecio tan tentadora que decidí darle una oportunidad para demostrar su sabor. Así lo hice.

Luego seguí paseando, mirando las moscas, las hormigas, las plantas, todo es más hermoso cuando cuando el sol las muestra por primera vez. Así me parecen a mi.

Cuando regresaba a la choza un puño cerrado surgió de la tierra y me impacto en las entrañas. No encontré nada en la tierra, pero sabía que el dolor venía de algún lado. Cuando por fin me recuperé, la tierra se abrió de nuevo y nuevamente, un puño, ahora más inmenso, me regalo un dolor que pensé me destrozaría las tripas. Grande fue mi tristeza cuando comprendí que no había un puño, y que la tierra no se abría.

El dolor aparecía y desaparecía, cada vez aumentaba, se alargaba y sentía que la vida se escapa en cada grito de dolor. Unos brazos negros me alzaron y unos discos negros me seguían, yo no entendía nada, incluso caí en la locura, de alguna forma perdí la razón y comencé a gruñir, quería destrozar todo, pensaba que si causaba dolor, el dolor se iría, pero eso nunca no paso.

Me entregué al dolor, cerré los ojos y espere que él me consumiera…

[…]

Cuando abrí los ojos, dos lunas oscuras me miraban, y en mi dolor, logré notar cierta humedad en ellas…unos brazos negros me abrazaban…unas manos suaves me acariciaban el cuerpo…una caverna oscura se abría y se cerraba mientras de ella salían gritos amables que no lograba entender…

[…]

Desperté gracias a un sonido amargo que lograba retumbar las paredes que mi habitación no tenía…pero poco a poco el sonido se fue consumiendo, poco a poco dejo de tener fuerza, era como si alguien hubiera decidido abandonarme y entregarme a esa claridad que lo inundaba todo.

[…]

Vagué en el siencio por una eternidad, hasta que un día el sol por fin decidio venir a saludarme. ¡Oh! Fue el día más hermoso que tuve. Detrás del sol venían la lluvia, las rosas, la música, las hojas, la tierra húmeda, el viento, las palomas…con alegría intenté buscar un par de brazos, pero hasta ahora no veo ninguno…quizás este no sea lugar para ellos…    


Fin.


* Pienso cambiar muchas cosas, y tampoco le di corrección ortográfica ni gramatical...pero que mierda...ya sé, lo haré luego...

miércoles, 14 de agosto de 2013

LORENA*

Todos los hombres no son iguales, algunos son altos, otros son negros, otros judíos, otros heterosexuales; y claro, otros golpean a mamá mientras me amenazan con volarme los sesos para que aprenda a respetar...


No sé como he llegado a esta situación, ni como me doy tiempo para recordarlo. Hace dos horas estaba sentado frente a la computadora, conversando con una novia. Mamá quería comprar algunas cosas, siempre va sola; pero hoy quería una segunda opinión, dice que tengo buen gusto, pero yo pienso que no tuvo otra opción, su nuera no está y la única en casa soy yo. Así que ya entenderán…

Salimos rápido, mamá me apuraba, aún recuerdo sus gritos, Bah!. Cogí un chaqueta para abrigarme, tomé un poco de dinero que tenía en la mesa y salí corriendo tras ella. Llegamos a la tienda, no era grande, no era bonita y no tenía lo que buscábamos. Fuimos a otra, y paso lo mismo. Ya estábamos regresando a casa cuando recordé que hace unas semanas había visto una tienda muy elegante unas cuadras debajo de nuestro vecindario. No conocíamos el barrio, pero nunca habíamos escuchado nada malo de él, en realidad esta zona es muy tranquila y no teníamos razones para desconfiar. Oh! Pobre de nosotras!...

Llegamos a la tienda, en verdad era grande, hermosa, con un decorado exquisito, una atención de primera, y unos precios muy razonables. Una lástima que no tuviera lo que buscábamos. Mamá se entretuvo conversando con una chica de la tienda, creo que dejo un adelanto y la dirección de la casa, eran unas personas muy amables y se tomaron muchas molestias en buscar algo parecido a lo que quería mamá. Cuando nos dimos cuenta, ya había pasado cerca de una hora. Teníamos que regresar rápido, A papá no le gusta que la casa este vacía.

Salimos del local, ya era un poco tarde, pero la calle aún estaba iluminada con las luces del sol, aunque también estaban prendidos los faroles, cosa no tan rara por estos lares. Íbamos caminando cuando de pronto una camioneta negra, muy bella por cierto, se cuadro unos metros delante de nosotros. De ella bajo un tipo alto, moreno, con una calva que brillaba tanto que no dejaba verle los ojos a simple vista. El tipo camino hacia nosotros, era esbelto, e iba muy bien vestido; se metió ambas manos en el bolsillo y como quien hace un mero trámite nos pidió que nos arrodilláramos. No le hicimos caso, aunque mamá estaba un poco asustada. Yo nunca he sido una heroína, y mucho menos ando en peleas, pero en ese momento lo insulte, cogí la mano de mamá e intente seguir mi camino. El tipo me puso una mano en el hombro y apretó con fuerza, yo no tuve remedio, mi cuerpo reaccionó.

Cuando me di cuenta le había estrellado un puño en la cara y un chorro de sangre le recorría toda la mejilla izquierda, creo que lo cegué por unos instantes, no lo pensé más y le pateé la entrepierna. El moreno callo al piso y se retorcía de dolor; yo, bañada de una adrenalina que pocas veces había gozado, comencé a patearlo, una y otra vez…en la espalda, en el vientre, allí donde sea que se pudiera…de pronto una mano me cogió suavemente, y entonces recobré el sentido, me sentí mal por lo que había hecho, ¿quién era yo para golpear a alguien que ya no se puede defender?, ¿Qué excusa podría hacerme creer?, ¿Por qué no regrese a la tienda cuando el moreno ya no podría ver?, ¿Por qué lo pateé tantas veces?...No importaba ya, el tipo estaba en el piso, no tenía ganas de levantarse, el dolor lo consumía; y yo, yo sujete fuerte la mano de mamá y comencé a correr a casa.

Cuando pasamos junto a la camioneta un hombre pequeño salto hacia nosotros. A simple vista me dio risa, era enano, calvo, con unos dientes negros y otros rotos, con una camisa vieja y un pantalón que eran unas dos tallas más grandes que él. No tuve miedo, ya había golpeado a un hombre más alto, y más fuerte; uno pequeño no sería problema. Oh! Debí correr, sí que debí haber corrido…

El enano se llevo una mano a la espalda, saco una pistola, me apunto y dio un disparo en seco. Nunca había sentido tanto miedo. Me quede quieta unos segundos mientras esperaba que la sangre comenzara a fluir de algún punto de mi cuerpo, pero no paso nada, el enano había fallado.

El enano me regalo una sonrisa con esos dientes negros y rotos, dijo algo que no entendí y de pronto el moreno ya estaba a su lado, no tenía cara de muchos amigos y se acercaba hacia nosotras. El moreno me alcanzó, me ordenó que cerrara los ojos y contara hasta 27, en voz alta. Lo hice. ¡Uno!... ¡Au!, ¡No!... Abrí los ojos desesperadamente, sabía que esas palabras no podían venir de otra persona que no fuera mamá.
Pensé en gritar, pero cuando lo intenté el enano me regalo una bofetada, me miro a los ojos y se llevo un dedo a la boca en señal de silencio. ¡Cuenta! Ordeno…“¡Cuenta de nuevo! y cada vez que digas otra cosa que no sea el número que sigue, comenzarás de cero, ¡Cuenta!”.

Comencé: ¡Uno!, ¡Dos!...El enano me abofeteo y yo no pude hacer otra cosa que gritar de dolor. Me ordenó que me arrodillara, que cerrara los ojos y que comenzará de cero, que Eduardo, así se llamaba el moreno, golpearía exactamente 27 veces seguidas a mamá, donde el quisiera… ¿Por qué 27 veces? Porque yo lo pateé 27 veces y lo abofeteé una vez. El enano había devuelto el golpe, dos veces…pero quedaban 27 en el saldo, y el Moreno estaba feliz de cobrarlos. Mamá no podía hablar, el primer golpe había sido en la cara; cuando la vi, una cascada roja brotaba de su boca y sus ojos estaban inundados de algo que seguramente eran lágrimas.

Cerré los ojos y comencé a contar, conté lo más rápido que pude, pero a medida que decía cada número el enano me abofeteaba y sentía como el moreno golpeaba a Mamá, me obligue a no escucharla, no podía perder la cuenta, no podía…

[…] 

¡Veinte y cinco!, ¡Veinte y seis!, ¡Veinte y siete!... ¡Ya!, ¡Ya!, ¡Para por favor, para!...El enano me dijo que no había escuchado el diez y nueve y que debía volver a comenzar. No lo pude soportar, no de nuevo.

El enano sonrío y me dedico otra bofetada. Pero cuando se disponía a lanzar la segunda, la esquive, me puse pie y lo mire desafiante. El enano sonrío, me enseño el arma que llevaba en la mano y la agito. No me importo, me acerque hacia él decidida a terminar con todo esto. El enano seguía sonriendo y con un ademan me señalo al moreno que ya había dejado de golpear a mamá y la ponía de pie.

Fue suficiente, me caí sobre mis pies y comencé a llorar.

El enano me miro, me dedico una sonrisa. Se llevo una mano al bolsillo, saco un pañuelo y me lo entrego. Luego camino hacia mamá, le dijo algo que no logré escuchar; regresó a la camioneta, saco un paquete pequeño y se lo entrego. Le dedico una sonrisa tierna, con una manga de su camisa le limpio una mejilla y le dio un beso limpio. El moreno ya estaba en la camioneta cuando el enano subió. Ambos me dedicaron una sonrisa sincera, y se alejaron por alguna calle que no logro recordar.

Al rato llego una ambulancia y se llevo a mamá, pero cuando quise subir para acompañarla, no me dejaron, fue algo extraño.

[…]

Por la noche llego mamá, estaba radiante, feliz, contenta. Cuando me acerqué a preguntarle cómo estaba, ella me interrumpió y me preguntó dónde había estado toda la tarde, dice que me perdí una bonita reunión familiar; luego me enseño unas fotos y me conto todo lo que habían hecho esa tarde.

Nunca entendí que mierda pasó ese día…


Fin. 

*Segundo cuento, el mismo nombre, distinta historia. No me gusto el final, pero no lo cambie porque no encontré otro que me gustara más...bueno, igual, no es el definitivo, errores de puntuación, tildes, algunas incoherencias gramaticales...


sábado, 10 de agosto de 2013

FIORELA*


El acantilado de Ronaldo me mira, me llama, lo oigo, escucho sus susurros, escucho su llamado…me grita, me desea, me reclama...parece que el niño tenía razón, todo se vuelve espeso y oscuro delante de 500 metros de profundidad, este abismo te roba todo. Atrás no hay más que una pradera inmensa, un bello paisaje, un bosque imperial, hermoso, todo verde, bañado con luz de la mañana. Es inmenso, lo sé, llevo más de tres días recorriéndolo. Oh! Pero no se dejen engañar, su verdura y su belleza se esfuman a cada paso que uno da. Lo sé, he estado ahí…

Parece que las cosas han pasado demasiado rápido. Marisol fue atacada por alguna criatura del bosque, no sé si fue un oso, un lobo o un conejo mutante; solo sé que vi su cuerpo inerte, destrozado, nauseabundo…las entrañas le salían por todos lados, sus cuencas no tenían ojos; su cuerpo estaba lleno de perforaciones, como si un millón de dientes la hubieran aplastado; sus manos, sus manos no tenían dedos; y sus piernas, oh! Sus piernas…no tenían nada debajo de las rodillas...

Se suponía que íbamos a recolectar un poco de flora, tomar muestras del agua de la laguna, tomar unas fotos, y con suerte, divertirnos y escapar de la rutina. Valla que lo hicimos...Salimos hace cinco días, éramos seis: Enrique, Julián, Paolo, Ronaldo, Erika, Marisol y yo…

Enrique era un idiota, y como tal, fue el primero en desaparecer. Nadie vio el cuerpo, nadie supo nada. Simplemente se esfumo. Julián y Paolo fueron los siguientes. Pero ellos no desaparecieron; Julián entro en shock y Paolo no soportó verlo así. Ambos eran los encargados del campamento, eran novios y expertos en armar y desarmar cosas, sabían mucho del terreno y de la ruta, hacían bromas y siempre estaban pendientes el uno del otro. 

Recuerdo que la tarde ya caía, Paolo estaba armando el campamento, el sol estaba en el horizonte y todo parecía normal. Erika había ido a recolectar bayas, Ronaldo estaba tomando un par de fotos, Marisol estaba descansando, la brisa era refrescante y el olor de la comida ya se olía en el aire, pero de pronto, sin previo, aviso un cuerpo desnudo comenzó a correr por el campamento, al comienzo nos pareció gracioso, divertido; Paolo se echo a reír y Julián lo imito, Ronaldo regresó apurado e intento hacer unas fotos; y claro, Marisol seguía durmiendo.

De pronto nadie reía, un silencio se apodero de nosotros. Eso que corría era Erika, o algo que en algún tiempo fue Erika. Sus rulos no estaban más; en el pecho, tenía dos yagas rojas, inmensas, allí donde hace un par de horas Enrique había distraído la vista; no tenía orejas, dos costras saludaban a cada lado de su cara; los parpados ya no estaban; y una extraña sustancia amarillo verdosa le cubrían las piernas hasta la altura de las rodillas […] Erika tuvo la indecencia de pasar por mi delante, incluso me extendió los brazos, ¡oh!, aún recuerdo esos ojos inmóviles, oscuros; unos ojos llenos de vacío que se hacían más extraños a cada paso que daba…

Intenté moverme, escapar de ese potencial abrazo, lo intenté, lo juro…pero no pude. De pronto ella me tenía, sí, sus brazos me habían alcanzado, y ahora me rodeaban…aún lo recuerdo, nunca lo olvidaré…ese aliento podrido, ese hedor nauseabundo; tuve ganas de vomitar, lo hice...dos veces…fue humillante.
Erika me tenía, me apretaba, me reclamaba. Sentía como su cuerpo se apretaba contra el mío, sentía como nuestros huesos chocaban unos contra otros, sentía el crujir de mi espalda. Intenté luchar, no tuve éxito, Erika era demasiado fuerte. Pensé en tomar un poco de aire, fue en vano, para ese entonces, ya el mundo se me venía abajo; sentía que perdía el conocimiento, todo se volvía borroso, incluso llegue a sentir una extraña calidez que nacía de mi vientre…y cuando pensé que ya estaba un poco mejor, la oscuridad me absorbió; había perdido el conocimiento…

[…]

Estaba bailando con una sombra inmensa, la lluvia caía y todo parecía sacado de un libro de terror; pero cuando la inmensa oscuridad me extendió sus tentáculos para invitarme a dar un paseo, todo comenzó a derrumbarse, escuchaba que alguien me llamaba, oía que me gritaban…era Ronaldo, pobre Ronaldo, había perdido una pierna y parte de un brazo.

Ronaldo me había salvado, o eso había intentado. Yo estaba bien, no tenía nada…a no ser por unos mechones de pelo, unas uñas rotas y la desnudes que ahora llevaba por ropas. Parece que mientras estaba inconsciente, Ronaldo se había lanzado contra Erika; Paolo y Julián lo habían ayudado, muy mala idea...Cuando Julián intento separarnos, Erika le regalo una mirada con esos dos ojos vacíos, oscuros, negros… De pronto, Julián ya no estaba, sus ojos se habían vuelto oscuros, y ahora se abalanzaba contra Paolo.

Ambos lucharon por un momento, pero Paolo no era capaz de hacerle daño, no podía, y esa fue su maldición. Julián cogió una estaca, y se acercó a Paolo. Él lloraba, las lágrimas le bañaban todo la cara, pero Julián parecía no reconocerlo…Un instante después ambos se fundían en lo que parecía un eterno abrazo, pero cuando Julián se alejo, el cuerpo de Paolo calló al piso, no tenía nada, solo una pequeña abertura (sin una gota de sangre) en el pecho, ahí donde late el corazón. Julián se arrodilló junto a Paolo, y eso ojos vacios, oscuros, parecieron diluirse por un momento, Paolo cogió la misma estaca con la que había atacado a Julián y se cortó la yugular, tampoco hubo sangre, ni una gota…solo dos cuerpos sin vida, inertes; dos cuerpos vacios, tirados y olvidados.

Cuando quise saber cómo Ronaldo había perdido la pierna y parte del brazo, él me abofeteo, me dijo que nunca le preguntara eso de nuevo, que el tampoco lo recordaba y que luego de ver lo que le paso a Julián y Paolo, también perdió el conocimiento. Ambos nos ayudamos a ponernos de pie, e intentamos pensar un poco, era fácil, teníamos que volver, pero no me sentía capaz de hacerlo, no después de todo lo que paso.
Ronaldo recordó que Enrique siempre dejaba marcados algunos árboles para poder encontrar el camino más fácil, pensó que si encontrábamos uno, lo demás sería más sencillo. Juraba que treinta metros más abajo había visto la última señal de Enrique; yo tuve miedo de quedarme sola y  decidí acompañarlo, igual, con una pierna menos y una brazo a medias, él no lograría mucho. Así que cogimos un palo largo tirado por ahí y lo usamos como muleta.

Ambos buscamos por cinco minutos el árbol con la marca de Enrique. En realidad yo buscaba, él no podía hacer mucho en sus condiciones; entonces lo encontré, ahí estaba, era ese, el último árbol marcado por Enrique. Por un momento me sentí alegre, con esperanzas; pero Ronaldo me recordó a Marisol.
Yo no la recordaba, la había olvidado. Seguiría en el campamento, se habría librado de todo, estaría aún dormida, seríamos capaces de regresar, muchas cosas, demasiadas cosas…cuando pensaba decirle a Ronaldo que no pensaba regresar a ese lugar, el había cogido ya su improvisada muleta y me regalaba una sonrisa mientras se dirigía al campamento. Por un instante dude, quise huir de ahí, abandonar a Ronaldo, a Marisol, dejar atrás todo…pero no pude.

A los cinco minutos estaba corriendo, desnuda, con parte de la noche a mis espaldas. Ronaldo se había quedado junto al árbol marcado, yo iría por Marisol, la despertaría y regresaríamos juntas. Eso esperaba. Pero cuando llegué al campamento escuché un grito sordo, era Ronaldo, era él, definitivamente lo era. Estaba demasiado lejos y la noche ya caía, no lograba verlo, me esforcé pero no pude; otro grito más fuerte y más desgarrador apareció de nuevo. Abandoné a Marisol, no me importaba, ahora corría hacía Ronaldo, no sé por qué lo hacía, no me detuve a pensarlo, pude haber corrido a otro lado, a otro sitio, pero no, sin darme cuenta había elegido a Ronaldo.

Había recorrido unos pocos metros cuando tropecé con algo, era Marisol. Creo que ya mencioné en que condiciones encontré su cuerpo y que desgracias le ocurrieron, no soy capaz de recrear esa escena una vez más, creo que no…me quede parada, junto a esa cosa que antes llamaba Marisol, hasta que reaccioné y recordé a Ronaldo, di media vuelta y corrí, corrí tan rápido como mi cuerpo desnudo me lo permitió.  
Ronaldo ya no estaba. Lo único que quedaba era una mancha de sangre oscura y una mano sin dedos, aunque en realidad solo quedaba uno; un dedo solitario que apuntaba al oeste. No lo entendía, ¿Ronaldo me decía a donde ir?, ¿era un juego?, ¿debía regresar?...es evidente que seguí a Ronaldo.

Camine por más de tres días, sola, con mi cuerpo desnudo, comiendo hojas secas, esperando la mínima garúa para tener agua, rumeando pasto, ocultándome en las noches…los pies me dolían, las manos estaban llenas de callos, ampollas, yagas; mi cuerpo era irreconocible, mi cabello había perdido forma, me sentía esquelética, tenía hambre…pero aún así caminaba, caminaba todo el día y parte de la noche…solo caminaba… ¿Qué más podía hacer?, ¿Regresar? Ya era tarde para eso…Lo intente, juro que lo intenté, pero no podía, ellos no lo querían…

Al amanecer del quinto día el bosque había quedado atrás, una inmensa pradera de un verde claro se abría ante mis ojos, era un bello paisaje, hermoso sin lugar a dudas. Corrí, oh! Cómo corrí…pero el horizonte parecía cada vez más lejos y las fuerzas no eran las mismas, ya no tenía nada que comer, o intentar comer, no tenía nada…nada…abandone todo, me deje caer sola, desnuda, vacía y sin fuerzas…en otras palabras, me deje morir.

[…]

La noche está apunto de llegar, es un paisaje hermoso. La pradera, el sol, el bosque, sí que lo es. Hay un acantilado, de ahí viene la voz que me llama, de ahí vienen las fuerzas que ahora tengo; parece que fuera Ronaldo, aunque su voz es más triste, más oscura…creo que me necesita… ¿Debo ir?, no lo sé, no tiene sentido seguir acá, no pienso regresar, no me lo permiten, no puedo seguir, no hay camino…solo un abismo inmenso, negro…un abismo que me reclama.

[…]

Veo como pasa todo a gran velocidad, es una sensación agradable, me gusta…esa voz vacía y tosca que me llamaba se ha ido apagando a medida que desciendo por el abismo; creo que al final nada tenía sentido.
Estoy a punto de llegar al final, es curioso, ahora ya nada es oscuro, ni vacio…ya no me asusta, al contrario, ahora tengo una sensación de tranquilidad. ¡Mira!, Todo está iluminado, ¡Oh! veo tentáculos negros que se aproximan hacia mí en medio de toda esta luz; reclaman mi cuerpo, gritan mi nombre, ¡Oh! Que hermoso espectáculo, un millón de tentáculos se abren paso, todos danzando al compás de una música que no logro oír…es hermoso, sí que lo es…


Fin.



*Se suponía que fuera otra historia, un poco diferente. Pero se borró la anterior versión, y ya que chucha, lo volví hacer, pero ya no igual...No pregunten el por qué del nombre, he pensado que si debo contar cuentos, todos se llamarán igual, todos se llamarán Fiorela. :)